Por Isaac Ortiz Samanamud
Posiblemente bailar marinera es para mí una de las actividades de mayor deleite. Aprendí a bailar mirando a mis amigos ensayar en la casa de una profesora de marinera, a la cual asistía en calidad de acompañante.
Escuchar el repique de las tarolas, y luego las melodías de los instrumentos de viento que marcaban claramente el inicio de otra etapa en el baile, motivaban en mí un repentino acompañamiento con los dedos de la mano, y cuando aumentaba la intensidad que también indica una nueva fase, el acompañamiento ya era con el movimiento de los pies.
Ver a las niñas de aquel entonces (hoy ya madres de familia algunas) coquetear y hacer los desafíos necesarios y propios de la marinera me hacían sentir el deseo de ocupar el lugar de algún amigo que ahí se encontrase bailando, para poder responderle a aquella niña el desafío realizado con algún paso enérgico que al mismo tiempo provoque en ella el interés de realizar otro aún más interesante.
Fue así que la profesora en una ocasión al haber faltado un amigo mío y por no dejar a su pareja sola ensayando, me solicitó ocupar el espacio, sólo para acompañar por ese día. Recuerdo que ese día aprendí mucho del baile desde el aspecto ya técnico y profesional, el porqué de cada cosa, de cada marcación, de cada acompañamiento y paseo junto y separado de la pareja, la mirada en ella siempre y las vueltas y contra vueltas con elegancia y manteniendo siempre la postura en el zapateo.
Aún así, era solo un principiante, pues mi amigos ya tenían bastante tiempo, digamos algunos años en el baile. Desde ese día, me propuse aprender a bailar a un nivel por lo menos destacable dentro del promedio. Y con lo aprendido dejaba que mi creatividad desarrollara y controlara al mismo tiempo la energía y emoción que se desata en cada fase de este magnífico baile, hasta lograr la armonía necesaria que consigue arrancar la simpatía de quien esté apreciándolo.
Con el pasar del tiempo, logré participar de algunos concursos de marinera, y con ello conocer más sobre este baile, que afirma nuestra identidad nacional y nos hace sentir muy orgullosos, porque debo decir que no creo exista un baile en el mundo que mezcle tanta emoción y energía relacionada a pasajes de la vida real y logre que el cuerpo desarrolle al máximo la armonía en movimiento.
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